Si algo tenemos los canarios, es que no valoramos las bondades de nuestra tierra hasta que salimos fuera, conocemos mundo y entendemos todo lo bueno que tenemos aquí dentro. Supongo que es una característica que la insularidad lleva implícita.
Algo que no me cansaré de destacar es el «buen rollo» y complicidad que derrocha Benito Cabrera con sus músicos en el escenario, vive la música como pocos lo hacen y eso se trasmite.
Ayer Mapas, tras la historia bien hilada del vino y la conexión con el mundo, nos enseñó a todos los asistentes al Auditorio de Tenerife lo importante que somos en este pedacito de tierra alejado del resto. Quién iba a pensar que estos caldos canarios tendrían tantísima importancia en la historia que hasta estuvieron presentes cuando se escribió la historia de muchos países.
Anoche, 11 de julio, el maestro Benito Cabrera dio un espectáculo digno de dioses. Desde luego que no esperaba poca calidad conociendo su trabajo, su buen hacer y su virtuosidad tras las notas, pero lo de anoche superó con creces lo esperado.
Iba sin mucha expectativa al alza, ya que al tratarse de entrada libre hasta completar aforo pensé que quizá sólo serían pocas notas de su mano de las que poder disfrutar, como si de un caramelo para un niño se tratase, algo para quedar bien y presentar algo sin mucha importancia…de eso a lo que estamos acostumbrados cuando te hablan de gratis, algo para vender o algo para sentirse engañado. Muy lejos de la realidad estaba yo cuando, nada mas dar comienzo me di cuenta de que se trataba de un evento de gran valor artístico y con una dirección de altísima calidad y valentía detrás.
Mapas, la fusión perfecta entre la diversidad cultura de canarias y el mundo a través de la historia del vino.
Fueron una lluvia de sensaciones las que fueron capaz de dejarme con la boca abierta durante los 75 minutos que duró semejante orgasmo musical y artístico. Les dejo uno de los vídeos compartidos por Mapas Mercado Cultural en sus redes sociales.
Con un decorado en el escenario a modo de puro Guachinche Parrandero del que nos tiene acostumbrados el señor Sacramento en su libro de los Guachinches parranderos, sobre el mismo se mezclaban culturas entre las notas del timple de Benito Cabrera tan dispares que hacía de la música una fusión perfecta al ritmo de la percusión y baile en torno a la historia del vino de canarias, entre ellos destaco el gran trabajo que hicieron:
El chico que bailaba claqué (madre mía como fue capaz de llevarme a mi infancia cuando veía la televisión en blanco y negro mientras escuchaba los musicales al ritmo de los zapatos de la pareja bajo la lluvia).
La bailaora de flamenco (pura energía y firmeza que acompasaba perfectamente con sus tacones creando música y movimiento al son de las cinco cuerdas).
El bailarín de ballet (que derrochaba sentimiento, dulzura y expresividad por doquier).
La narradora, que sabía dirigir el show sin pausa y con una locución muy trabajada (y que encima servía para todo, una auténtica crack esta mujer).
El hombre que bailaba sobre la sal (me quedaron ganas de ver los dibujos que hacía con sus movimientos, los sonidos fueron muy acertados y la expresividad iban de la mano).
¡¡Y por supuesto todos los músicos que no sabría ni enumerar!!
Sin lugar ha sido una apuesta arriesgada y muy bien ejecutada, grandísimos profesionales y miles de horas de trabajo se percibían detrás.
Mapas 2019, ya tengo ganas de conocerte.