Llevo años queriendo abrir un blog. Siempre supe que las posibilidades eran infinitas, pero muchas de las veces que me lo planteé me autoboicoteaba, quitándome la idea de la cabeza por cierto miedo a la crítica social creía podía hacerse. Porque, para qué engañarnos, somos animales sociables y la necesidad de pertenencia al grupo la llevamos implícita en los genes que durante milenios han dirigido y dirigen nuestra forma de relacionarnos (en parte). Y si en nuestro círculo social somos criticados cruelmente, actitud que en los últimos años y con la ayuda de las redes sociales se ha acentuado —pues levantarnos del suelo emocional nos cuesta— crecer y crear capas de cebolla cuesta, y por mucho que nos digan, hasta que no estamos preparadas para levantarnos, seguir caminando y superar etapas nos nada nos resultará fácil.
Así que la suma de estos dos factores ha hecho que retrase lo que, a fin de cuentas, era inevitable y hoy por fin (recién cumplidos los 40 taquitos) abro mi propio blog.
Creo que ya estoy preparada para que me resbale la opinión del mundo, total…nadie ha caminado con mis zapatos, la mayoría ni sabe cuál ha sido mi camino, solo ven la parte de mí que muestro.
Me preguntaban hace poco: ¿De qué va tu blog? Mi blog va de mí, de cómo veo el mundo y de mis días, de mis silencios guardados y de mis palabras pensadas, de mi realidad sobre la vida y de mis ganas de vivir a mi manera, de lo que me cuesta crecer y de lo que me costó superar, de mis proyectos y la ilusión que me crea verlos caminar, de mi lucha diaria. Este blog es mío, pero puedes verte reflejada en él tú también. Total…no dejo de ser una madre de 40 años con dos hijos, uno adolescente y el otro acercándose vertiginosamente a esa etapa, con pareja y que busca mejorar su vida respetando siempre los principios y valores que le fueron enseñados de pequeña, con amigos y amigas que van y vienen, con experiencias más o menos duras y más o menos felices. ¿Acaso no podrías ser tú perfectamente? Éste es mi blog, pero puede ser el tuyo.
¿Por qué elegí “La Chica del Ascensor” para mi blog?
Porque mi cambio empezó en septiembre del 2016, cuando me miré en el espejo del ascensor justo después de dejar a los niños en el colegio. Fue justo en ese momento cuando fui consciente de que me había dejado llevar por una vida dedicada a mis obligaciones y me había olvidado de mí, por completo.
Si a todo esto le sumas que siempre intentaba diversificar para crecer laboralmente con marketing online, webs, networking, apicultura, entrenamiento personal, TAFD, gestión de equipo, agricultura, aplicaciones móviles, …. etc, etc, etc… y los fines de semana trabajaba en Paintball Tenerife, desde los sábados hasta el domingo, el tiempo que me quedaba para mí era igual a cero.
¿Y qué me quedó de este ritmo?
Nada… lo mismo que tenía… lo mismo que cuando empecé, me miré en el espejo del ascensor y vi reflejada la mirada de agotamiento al que estaba sometida. Habiéndome olvidado de lo más importante, aun creyendo que no lo había hecho, y estando convencida de que esta Lula era la de siempre, me olvidé de mí. Isabel, antigua profesora de mi hijo mayor, siempre me dijo “cuídate para cuidar” y yo…ilusa de mí, creía que se refería a estar alimentada sanamente, pero no, no se refería a ese tipo de cuidados.
Sólo fui capaz de darme cuenta ese día, cuando me miré en mi confidente espejo del ascensor y observé que no tenía ratos para mí, para cuidarme, que me daba igual ir dos y tres días con la misma camisa y pantalón, siempre que no estuvieran sucios; que calzaba tenis a diario porque eran cómodos; que no me hacía falta perder el tiempo en pintarme porque nadie me iba a mirar; que tenía muchas cosas que hacer como para perder el tiempo en vestirme mona si no tenia previsto ir a ningún sitio, puesto que pensaba salir y volver a casa, sin otro plan que enfrascarme en labores domésticas, para, al terminar, sentarme frente al pc a dinamizar las redes o buscar clientes.
Entonces ese día, recordé que en septiembre alguien de fuera de mi círculo familiar y de amistades, me observó y me dijo lo mucho que proyectaba el único día que me había “arreglado”,
Y caí en la cuenta de que) y que la falta de costumbre me hizo perder toda una mañana en hacerlo, para asistir a un evento que me podría abrir las puertas de un camino desconocido. Me miré al espejo del ascensor y me di cuenta de que llevaba 20 años sin ser quien decidí ser ese día, que la vida y el “corre, corre, que tú puedes” me había cambiado, que mi nivel de exigencia y las ganas de complacer a todo el mundo habían conseguido no complacerme a mí misma. Parecía que para otras personas no había pasado desapercibida, pero para mí sí… me había olvidado de mí.
Así que como terapia tomé la decisión de sacarme una foto a diario en el ascensor, con el único objetivo de ser consciente de que, otro día más, me había olvidado de guardar tiempo para mí.
Así empezaron a pasar los días. Ver mis fotos en el móvil me hizo empezar a cambiar de hábitos, empecé a cambiar de ropa a diario, y he de reconocer que este paso no me resultó nada fácil. Después empecé a volver a usar lo que en otro tiempo fue mi básico diario, mi tapa-ojeras. Eso poco a poco me hizo acostumbrarme a guardar tan sólo unos minutos para mí , otro grandísimo paso, creo que dedicarte tiempo de menos a más es lo principal. Solo 2 minutos al día al principio, hizo que no me resultara una tarea pesada, ni que me restara energía y que viera pequeños resultados motivadores.
Después vino fin de año del 2016, y con él me marqué unos claros objetivos. Con el fin de año me crecía una capa más de cebolla y tomé la decisión de empezar a poner en práctica mis conocimientos como entrenadora personal. Sabía que siempre he sido delgada, pero al dejar de fumar y tener dos hijos llegué a pesar casi los 70 kilos, cosa que no me preocupaba porque estaba sana, y el físico nunca fue algo principal en mí. Pero después de sacar mi título de entrenadora personal y hablar con mi primo al que tengo un especial cariño, llegué a la conclusión de que la imagen en una entrenadora personal es lo primero. Así que me puse manos a la obra en diciembre y a julio de 2017 he logrado bajar 11 kilos lo cual me permite estar preparada para la segunda fase de mi entrenamiento personal. Ahora toca ver hasta donde soy capaz de dar forma a este cuerpo de madre de dos niños de cuatro décadas de agitada existencia, durante las cuales no he puesto un pie en un quirófano para hacerme retoque alguno.
En resumen, La chica del ascensor se puede considerar como una terapia de mejora personal y un aporte de vitamina anímica diaria.
“Te animo a que te saques fotos donde nadie más te vea. Yo empecé este viaje, por casualidad, frente al espejo del ascensor, en ese minuto de soledad, varias veces al día. Ahora, tú que lees estos renglones ilusionados, mírate, pero mírate con cariño, mírate con respeto. Mírate y quiérete, por todo lo que has sido capaz de superar, y que quizá nadie sepa. Mírate al espejo y acepta tus arrugas, tus canas… y tus lágrimas. Porque nadie mejor que tú conoce el camino que has recorrido; tus experiencias; tus decisiones; tus errores y tus aciertos. Tú eres la suma de muchas cosas. Y como me dijo alguien muy especial, “Quiérete no con egoísmo sino con sentido común”
Espero que mis experiencias te sirvan de algo, y te invito a que saques todo lo bueno que puedas encontrar en este blog y disfruta de la vida con la mejor actitud posible.
Agradecimientos especiales a Jose A. Punzón y a Jesús Villanueva Jiménez por sus correcciones, sin vuestra ayuda éste inicio no se habría dado.
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